martes, 23 de noviembre de 2010

Tiempo Pasado

Ya es tarde para pedirme
un gran amor.
Donde se exprese tu corazón
teciopelo rojo como petalos rosados

Ya es tarde para pedirme
que ya sea el sol
si tu eres la luna que oscurece mi corazón
cajitas cerradas como secretos.

Ya es tarde para pedirme
que sea el brillo de tus ojos
y que reine en tu corazón

domingo, 21 de noviembre de 2010

Mi copañera la tristeza

Solo me encuentro con mi soledad
todo un palo ya lo ves
quiero vivir cien veces para poderte olvidarte

se me hizo una adicción
Con una sonrisa de mil dientes
hoy viajo solo y sin volver

yo voy en trenes ,no tengo donde ir
no necesito a nadie alrededor
si todo cambia hoy...

si todo es una foto
este infierno
esta encantador

el mal trago ya paso
no puedo parar
un nudo en la garganta no me dejan hablar

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Procedimientos de Comnotación

Juego de palabras

Como vimos anteriormente la poesia se expresa a través del lenguaje CONNOTATIVO
El significado DENOTATIVO es el significado básico de una palabra. Sin embargo, una
misma palabra puede tener otro significado en un contexto diferente, en ese caso estamos ante el significado CONNOTATIVO.

Clasificación de las poesias según la distribución de las estrofas

- Existen distintos tipos de formas poeticas de acuerdo a la
distribución de las estrofas:

SONETO: poema formado por dos cuartetos y dos tercetos.
Todos los versos son endecasílabos y su rima es consonante.

COPLAS: poema de sólo una estrofa de cuatro versos, cuartetos, en los
que el segundo verso rima con el cuarto.

Generalmente, son graciosas e ingeniosas. Suelen ser anónimas y
se utilizan para hacer canciones folklóricas.

ROMANCE: poema formado por una cantidad no fija de versos octosílabos.
Los versos pares tienen rima asonante y los impares no tienen rima.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Para la MEJOR profe!! :)


Hola profe Laura! Feliz cumpleaños!! te queremos mucho
saludos
Barbii y Euge

viernes, 5 de noviembre de 2010

La Rima

La Rima

- La rima es la coincidencia de los sonidos en la última palabra de los versos
a partir de la última vocal acentuada.
Hay dos tipos de rima:

- La rima ASONANTE es la coincidencia sólo de las vocales
Ej: Piedra negra sobre piedra blanca de César Vallejo c fragmento

me moriré en París con aguacero,
un día del cual no tengo recuerdo
me moriré en París (y no me corro)
tal vez un jueves, como es hoy de otoño

- La rima consonante es la coincidencia de VOCALES y CONSONANTES Ej:

“Fuera del mundo“ de José Marti(fragmento)
fuera del mundo que batalla luce(A)
sin recordar a su infeliz cautivo(B)
a un trabajo servil sujeto vivo (B)
que a la muerte temprano me conduce(A)

Poemas de Alejandra Pizarnik

6
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar lo que no existe
13
Explicar con palabras de este mundo que partio de mi un barco llevamndome: cambio- Una muerte


Destino de poeta- Octavio Paz

¿Palabras? sí, de aire
y en el aire perdidas
dejame que me pierda entre palabras,
dejame ser el aire en unos labios,
un soplo vagabundos sin contornos
que el aire desvanece
También la luz en si misma se pierde

Conclusion Final:
Los poemas leídos hablan de la dificultad que tienen para encontrar
las palabras adecuadas para expresarse
La poesía en general plantea este conflicto. Por eso, no se utiliza
un lenguaje cotidiano, sino un lenguaje extraño connotativo con
construcciones que no utilizamos comunmente: metáforas,comparaciones analogías,
etc. Es a partir del uso del lenguaje connotativo más los recursos poeticos que el yo lírico logra expresarse.

Análisis de la poesia Sombra de Vicente Hidibro

Actividad final: los vecinos mueren en las novelas

Resumen:
La historia se trata sobre un escritor llamado john que se muda a una casona lejos de la civilización junto con su esposa Ann, ella se va y el hombre queda solo, este decide ir a visitar a su vecina, una anciana llamada Sta Grenwold aficionada por las novelas policiales.
Ella le ofrece tazas de té y como a los dos les gustan las novelas policiales se quedan conversando, la mujer le cuenta una historia verdadera sobre un crimen que ocurrió en el tren, el hombre también cuenta una historia. Pero al final la anciana lo envenena sabiendo que nadie se enteraría que ella fuera la asesina.

Los aspectos mas llamativos de esta novela para mi:
Como la anciana cuenta la primera historia en el tren y hace creer al lector que es una buena persona y al final ella era la verdadera asesina.
También el final es muy sorprendente e inesperado porque no pensé que la anciana terminaría asesinando a john.

Un hombre en quien no confiar para mí se llama así para que el lector crea que john mata a la anciana ya que el tenía las intenciones de hacerlo.

Final de una novela se llama así porque se da a conocer la verdadera asesina de la historia y el final.

Opinión persona: Me resultó muy interesante y atrapante desde el principio la parte del tren me hizo acordar a ceremonia secreta, estuvo muy buena la novela y el final impactante.

Clasificación según medida de versos:

Arte Menor

Versos de 2 sílabas Bisílabos
3 " Trisílabos
4 " Tetrasílabos
5 " Pentasílabos
6 " Hexasílabos
7 " Heptasílabos
8 " Octosílabos

Arte Mayor

versos de 9 sílabas Eneasílabos
10 " Decasílabos
11 " Endecasílabos
12 " Dodecasílabos
13 " Tridecasílabos
14 " Alejandrinos
15 " Pentadecasílabos
16 " Hexadecasílabos

La Poesía Características

Tradicionalmente la poesía se escribe de una forma particular : las oraciones se dividen en varios renglones , llamados versos,estos se agrupan en conjuntos espaciados entre sí llamados estrofas .
Entre los versos suele haber una rima, lo que le da musicalidad al texto. Cuando no hay rima ni medida predeterminada se denomina versos libres.

La Lirica

Se denomina lírica al discurso literario en el cual la función más importante, después de la estética, es la emotiva o expresiva.En estos textos predomina la manifestación de la subjetividad.
Tradicionalmente la lírica esta asociada a composiciones en verso. Ya no hablamos de la figura del narrador, sino del " yo lírico" .
Las poesías (sonetos, romances, olos,capelos,canciones) pertenecen a este género.
La característica más importante es que usan el lenguaje de una manera distinta a la común.En la lírica se usa el lenguaje connotativo en vez del denotativo

miércoles, 27 de octubre de 2010

Actividad los dos últimos capítulos de "los vecinos mueren en las novelas"

  • Terminar de leer los capítulos restantes:
  • "Un hombre en quien no confiar"
  • "Final de una novela"
  1. Redactar un breve resumen del libro.
  2. ¿Cuáles son los aspectos más llamativos de la novela?
  3. Justificar los títulos de los últimos dos cápítulos leídos
  4. Opinión personal del libro

  1. Los vecinos mueren en las novelas, se trata de un hombre llamado John que se muda junto a su esposa a un lugar lejos de la ciudad, donde allí visita a una anciana, la vecina en el lugar habla con él y le narra una historia donde es la culpable de un crimen que comete en el tren asesinando a una chica que vio otro crimen que ella cometió, al confesarle esto a jonh, como él sabe que ella fue, la anciana finalmente lo mata para que no la delate por esa razón el título del libro es:"Los vecinos mueren en las novelas".
  2. Los aspectos más llamativos de las novela es cómo uno piensa ante la sospecha que john va a matar a la anciana pero no, finalmente la anciana lo envenena a él.
  3. Se llama "Un hombre en quien no confiar"para despistar al lector y piense otro final. Y el último capítulo "Final de una novela" se llama así porque se da a conocer la verdadera asesina y el final.
  4. Me pareció muy atrapante desde el primer momento que lo empece a leer me encantó porque tuve que sospechar, además también me resultó muy sorprendente por el hecho de que de una historia había conexcciones con otra historia, me hizo pensar una cosa pero después pasó otra como en el caso del final fue fascinante porque yo creía que el hombre finalmente iba a matar a la anciana pero no, fué al revés, estuvo muy bueno y para mí es el mejor y el que más me gustó de todos los libros que leí de género policial.

lunes, 4 de octubre de 2010

Sherlock Holmes (película):
En la película este personaje,es un dectective que resuelve los casos
por medio de la deducción, piensa e imagina todo detalladamente antes
de realizarlo, busca los hechos de los crímenes para tratar de unirlos
relacionarlos con sucesos que hayan pasado.También busca objetos que
tengan una relación con el crimen que se cometió para poder encontrar
al asesino.
Holmes en la película presenta su imagen de una persona alcohólica, le
gusta boxear usando la estrategia de pensar como derrotar a su oponente,
tiene sospechas sobre la gente que lo contrata, por ejemplo, la mujer.
El dectetive tiene a su amigo watson que es quien lo acompaña y lo ayuda a
resolver los crímenes.
Cuando descubre quien es el asesino presenta una serie de explicaciones
con sucesos argumentativos, hechos que lo llevaron a un único sospechoso
responsable, y así resuelve el caso.

domingo, 3 de octubre de 2010

Comparación entre el personaje Sherlock Holmes de la película y el de los cuentos

El Sherlock Holmes de la película tiene similitudes con el del cuento por su habilidad para resolver un caso, sin embargo son diferentes en la forna de resolverlos. En la película, es muy detallista, piensa mucho antes de realizar las acciones. En el cuento no, simplemente puede sacar deducciones a partir de datos insuficientes.
Fuma pipa tanto en el cuento como en la película tambien practicaba un deporte que le podría facilitar en el momento de resolver un caso, el boxeo, en el cuento no realiza esta actividad.
Estaba con su amigo watson tanto en la película como en el cuento.
A mi me parece que esta bien que se hayan planteado estas diferencias, ya que la película lo favorece mucho al detective, la hace interesante y demuestra otra personalidad más completa del detective Sherlock Holmes.

Descripción del Sherlock Holmes del cuento

Cuento de arthur conan doyle: La banda de lunares

El Sherlock Holmes del cuento resuelve los casos mediante pistas que encuentra, pero no boxea, no piensa una y otra vez las acciones antes de realizarlas, si esta con watson,su amigo, y fuma una pipa.
Sacaba deducciones a partir de datos insuficientes. Es muy hábil, como en la película, para relacionar las evidencias y poder encontrar al causante de las muertes.

Descripción de Sherlock Holmes la película

El detective Sherlock Holmes de la película era un hombre serio muy detallista para resolver los casos.
Boxeaba mucho y todas las acciones que iba a hacer las pensaba mucho como hacerlas antes de llevarlas a cabo, también era muy seguro de si mismo pero desconfiaba de la gente que lo contrataba, como la mujer,
Cuando encontraba algunas evidencias se imaginaba como había ocurrido la escena del crimen y las asociaba entre si para llegar a una conclusión del hecho y hallar al asesino.
Sherlock Holmes tiene un compañero llamado watson que lo acompaña cuando tiene un crimen y en la revolución de este.

miércoles, 25 de agosto de 2010

"Mensaje" de Thomas Bailey Aldrich

Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.

"Soledad" de Pedro de Miguel

Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando.

No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.

"La papelera" de Luis Mateo Díez

Por lo menos había visto a siete u ocho personas, ninguna de ellas con aspecto de mendigo, meter la mano en la papelera que estaba adosada a una farola cercana al aparcamiento donde todas las mañanas dejaba mi coche.

Era un suceso trivial que me creaba cierta animadversión, porque es difícil sustraerse a la penosa imagen de ese vicio de urracas, sobre todo si se piensa en las sucias sorpresas que la papelera podía albergar.

Que yo pudiera verme tentado de caer en esa indigna manía era algo inconcebible, pero aquella mañana, tras la tremenda discusión que por la noche había tenido con mi mujer, y que era la causa de no haber pegado ojo, aparqué como siempre el coche y al caminar hacia mi oficina la papelera me atrajo como un imán absurdo y, sin disimular apenas ante la posibilidad de algún observador inadvertido, metí en ella la mano, con la misma torpe decisión con que se lo había visto hacer a aquellos penosos rastreadores que me habían precedido.

Decir que así cambió mi vida es probablemente una exageración, porque la vida es algo más que la materia que la sostiene y que las soluciones que hemos arbitrado para sobrellevarla. La vida es, antes que nada y en mi modesta opinión, el sentimiento de lo que somos más que la evaluación de lo que tenemos.

Pero si debo confesar que muchas cosas de mi existencia tomaron otro derrotero.
Me convertí en un solvente empresario, me separé de mi mujer y contraje matrimonio con una jovencita encantadora, me compré una preciosa finca y hasta un yate, que era un capricho que siempre me había obsesionado y, sobre todo, me hice un transplante capilar en la mejor clínica suiza y eliminé de por vida mi horrible complejo de calvo, adquirido en la temprana juventud.

El billete de lotería que extraje de la papelera estaba sucio y arrugado, como si alguien hubiese vomitado sobre él, pero supe contenerme y no hacer ascos a la fortuna que me aguardaba en el inmediato sorteo navideño.

"Historia verídica" de Julio Cortázar

A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.

Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.

"Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza" de Fernando Sorrentino

Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza. Justamente hoy se cumplen cinco años desde el día en que empezó a pegarme con el paraguas en la cabeza. En los primeros tiempos no podía soportarlo; ahora estoy habituado.
No sé cómo se llama. Sé que es un hombre común, de traje gris, algo canoso, con un rostro vago. Lo conocí hace cinco años, en una mañana calurosa. Yo estaba leyendo el diario, a la sombra de un árbol, sentado en un banco del bosque de Palermo. De pronto, sentí que algo me tocaba la cabeza. Era este mismo hombre que, ahora, mientras estoy escribiendo, continúa mecánica e indiferentemente pegándome paraguazos.
En aquella oportunidad me di vuelta lleno de indignación: él siguió aplicándome golpes. Le pregunté si estaba loco: ni siquiera pareció oírme. Entonces lo amenacé con llamar a un vigilante: imperturbable y sereno, continuó con su tarea. Después de unos instantes de indecisión y viendo que no desistía de su actitud, me puse de pie y le di un puñetazo en el rostro. El hombre, exhalando un tenue quejido, cayó al suelo. En seguida, y haciendo, al parecer, un gran esfuerzo, se levantó y volvió silenciosamente a pegarme con el paraguas en la cabeza. La nariz le sangraba, y, en ese momento, tuve lástima de ese hombre y sentí remordimientos por haberlo golpeado de esa manera. Porque, en realidad, el hombre no me pegaba lo que se llama paraguazos; más bien me aplicaba unos leves golpes, por completo indoloros. Claro está que esos golpes son infinitamente molestos. Todos sabemos que, cuando una mosca se nos posa en la frente, no sentimos dolor alguno: sentimos fastidio. Pues bien, aquel paraguas era una gigantesca mosca que, a intervalos regulares, se posaba, una y otra vez, en mi cabeza.
Convencido de que me hallaba ante un loco, quise alejarme. Pero el hombre me siguió en silencio, sin dejar de pegarme. Entonces empecé a correr (aquí debo puntualizar que hay pocas personas tan veloces como yo). Él salió en persecución mía, tratando en vano de asestarme algún golpe. Y el hombre jadeaba, jadeaba, jadeaba y resoplaba tanto, que pensé que, si seguía obligándolo a correr así, mi torturador caería muerto allí mismo.
Por eso detuve mi carrera y retomé la marcha. Lo miré. En su rostro no había gratitud ni reproche. Sólo me pegaba con el paraguas en la cabeza. Pensé en presentarme en la comisaría, decir: "Señor oficial, este hombre me está pegando con un paraguas en la cabeza". Sería un caso sin precedentes. El oficial me miraría con suspicacia, me pediría documentos, comenzaría a formularme preguntas embarazosas, tal vez terminaría por detenerme.
Me pareció mejor volver a casa. Tomé el colectivo 67. Él, sin dejar de golpearme, subió detrás de mí. Me senté en el primer asiento. Él se ubicó, de pie, a mi lado: con la mano izquierda se tomaba del pasamanos; con la derecha blandía implacablemente el paraguas. Los pasajeros empezaron por cambiar tímidas sonrisas. El conductor se puso a observarnos por el espejo. Poco a poco fue ganando al pasaje una gran carcajada, una carcajada estruendosa, interminable. Yo, de la vergüenza, estaba hecho un fuego. Mi perseguidor, más allá de las risas, siguió con sus golpes.
Bajé –bajamos– en el puente del Pacífico. Íbamos por la avenida Santa Fe. Todos se daban vuelta estúpidamente para mirarnos. Pensé en decirles: "¿Qué miran, imbéciles? ¿Nunca vieron a un hombre que le pegue a otro con un paraguas en la cabeza?". Pero también pensé que nunca habrían visto tal espectáculo. Cinco o seis chicos empezaron a seguirnos, gritando como energúmenos.
Pero yo tenía un plan. Ya en mi casa, quise cerrarle bruscamente la puerta en las narices. No pude: él, con mano firme, se anticipó, agarró el picaporte, forcejeó un instante y entró conmigo.
Desde entonces, continúa golpeándome con el paraguas en la cabeza. Que yo sepa, jamás durmió ni comió nada. Simplemente se limita a pegarme. Me acompaña en todos mis actos, aun en los más íntimos. Recuerdo que, al principio, los golpes me impedían conciliar el sueño; ahora, creo que, sin ellos, me sería imposible dormir.
Con todo, nuestras relaciones no siempre han sido buenas. Muchas veces le he pedido, en todos los tonos posibles, que me explicara su proceder. Fue inútil: calladamente seguía golpeándome con el paraguas en la cabeza. En muchas ocasiones le he propinado puñetazos, patadas y –Dios me perdone– hasta paraguazos. Él aceptaba los golpes con mansedumbre, los aceptaba como una parte más de su tarea. Y este hecho es justamente lo más alucinante de su personalidad: esa suerte de tranquila convicción en su trabajo, esa carencia de odio. En fin, esa certeza de estar cumpliendo con una misión secreta y superior.
Pese a su falta de necesidades fisiológicas, sé que, cuando lo golpeo, siente dolor, sé que es débil, sé que es mortal. Sé también que un tiro me libraría de él. Lo que ignoro es si el tiro debe matarlo a él o matarme a mí. Tampoco sé si, cuando los dos estemos muertos, no seguirá golpeándome con el paraguas en la cabeza. De todos modos, este razonamiento es inútil: reconozco que no me atrevería a matarlo ni a matarme.
Por otra parte, en los últimos tiempos he comprendido que no podría vivir sin sus golpes. Ahora, cada vez con mayor frecuencia, me hostiga cierto presentimiento. Una nueva angustia me corroe el pecho: la angustia de pensar que, acaso cuando más lo necesite, este hombre se irá y yo ya no sentiré esos suaves paraguazos que me hacían dormir tan profundamente.
De: Imperios y servidumbres, Barcelona, Seix Barral, 1972.
© Fernando Sorrentino
Este es un video preparado por un grupo de alumnos y alumnas como festejo del 15º aniversario de ESBA en Villa urquiza. ¡Que lo disfruten!

En un entrada aparte publico el cuento en el que se basaron...

sábado, 14 de agosto de 2010

miércoles, 11 de agosto de 2010

Mi Vestido color salmon


Una mañana fui a comprar un hermoso vestido de color salmón que había visto en un local cerca de mi casa. Era para un importante evento que tenía dentro de una semana. Pasaron los días y faltaba muy poco para la fiesta,el vestido estaba aún en la caja, quise probármelo para volverle a dar una última mirada, lo saque de la enorme caja blanca con un moño grande que la decoraba, me lo probé y cuando fui al espejo observé "que mi reflejo en el espejo se reia de mi" que locura pensé. Decidí tratar de tocar mi reflejo y mi brazo se hundió en él, me asusté y retrocedí, pero la curiosidad fue más grande. El lugar donde se encontraba este espejo era muy amplio, estaba en el living alrededor de una mesa ratona de vidrio y dos grandes sillones cubiertos con finas telas. Decidí entrar y descubrí que detrás de un pedazo de vidrio se encontraba un mundo maravilloso, hermoso los colores eran más brillantes, había un lugar lleno de fuentes y yo no estaba en el piso, estaba sobre un algodón rosado que flotaba en el aire y se movía siguiendo el ritmo de una angelical música, también el cielo no era celeste era de color violeta, y allí no había pájaros, había tigres. Qué mundo raro mururé, pero era increíble y había venido por qué mi reflejo se había reído de mí. Por eso quise ir a buscarlo y preguntare ¿por qué se reia de mí?. Pero no hallaba la manera de encontrarlo. Entoncés, en el medio de donde yo estaba caminando, hasi como arte de magia apareció una puerta de color marron oscuro con un picaporte de oro que hacía juego con una guarda que tenía en la parte superior de la puerta.
Entré al extraño lugar era muy diferente al exterior de la puerta, era todo lo contrario, el lugar era oscuro, hacía mucho frio y los colores eran apagados y tristes. Quise regresar por donde vine pero la puerta no se abrió estaba trabada, me desperé y una luz muy amarilla se encendió en el oscuro lugar. La seguí y me dirijió a una habitación. Alguien estaba sentado en la silla dándome la espalda, se dio vuelta y enseguida me miró. Yo lo reconocí, en un instante me desmayé. Cuando desperté mi mamá se encontraba con migo sentada en mi cama, me afirmó que me levantara , por qué me acompañaría a buscar el vestido para la fiesta por qué faltaba días para el gran evento. Me levante y fui, no recordaba nada pero tenía en mente que mi vestido lo quería de color salmón.

martes, 3 de agosto de 2010

Luego De La Vida...

4 de mayo de 1775

Yo, existo o no existo o sólo pienso que existo en este lugar donde el sol es sólo una llama, la tierra es una pantalla y nosotros sólo figuras que pasan y que se esfuman.
Mi nombre es Marcos, o creo que ese es mi nombre.
Y aparecí donde la gente pasa sin ver, ¿por què no me ven, por què no me veo, por què nadie me habla? Hablo y no me escucho. No entiendo por què mis amigos y mis familiares estàn tristes, quiero hablar con ellos pero es como si no me vieran, pareciera que me escuchan y huyen, el día se me hace largo y siento que hubiese dormido una semana, lo ùnico que recuerdo es que ayer me fui a festejar un cumpleaños con mis amigos.

7 de mayo de 2010

Hoy es 7 de mayo, no tengo sueño, no tengo hambre pero tengo frìo.Miro a mi alrededor y veo que todo cambia y evoluciona muy rápido ya no sé la nociòn del tiempo ¿què hora es? ¡No lo sé! ¿Què dia es? Tampoco lo se, yo creo que ya pasó mucho tiempo. Voy caminando y observo a la gente que pasa y no conozco a nadie, me siento en un mundo desconocido donde todos caminan y hablan solos, caminan muy alterados y preocupados.
Sigo caminando y logro ver a alguien conocido y empiezo a correr donde està èl, lo empiezo a seguir, trato de pensar hacia dònde va y al mismo tiempo trato de recordar quièn es y de repente se da vuelta,lo miro, me miro y me duermo.

FIN
.... .. ... .... ....
LUCAS ARGAÑARAZ
MARCO MONTEROTTI
SAMPAYO TOMAS
LIGORRIA MARIA BELEN

2·A

sábado, 17 de julio de 2010

"El que se enterró" de Miguel de Unamuno

Era extraordinario el cambio de carácter que sufrió mi amigo. El joven jovial, dicharachero y descuidado, habíase convertido en un hombre tristón, taciturno y escrupuloso.
Sus momentos de abstracción eran frecuentes y durante ellos parecía como si su espíritu viajase por caminos de otro mundo. Uno de nuestros amigos, lector y descifrador asiduo de Browning, recordando la extraña composición en que éste nos habla de la vida de Lázaro después de resucitado, solía decir que el pobre Emilio había visitado la muerte. Y cuantas inquisiciones emprendimos para adivinar la causa de aquel misterioso cambio de carácter fueron inquisiciones infructuosas.
Pero tanto y tanto le apreté y con tal insistencia cada vez, que por fin un día, dejando transparentar el esfuerzo que cuesta una resolución costosa y muy combatida, me dijo de pronto: "Bueno, vas a saber lo que me ha pasado, pero le exijo, por lo que le sea más santo, que no se lo cuentes a nadie mientras yo no vuelva a morirme." Se lo prometí con toda solemnidad y me llevó a su cuarto de estudio, donde nos encerramos.
Desde antes de su cambio no había yo entrado en aquel su cuarto de estudio. No se había modificado en nada, pero ahora me pareció más en consonancia con su dueño. Pensé por un momento que era su estancia más habitual y favorita la que le había cambiado de modo tan sorprendente.
Su antiguo asiento, aquel ancho sillón frailero, de vaqueta, con sus grandes brazos, me pareció adquirir nuevo sentido. Estaba examinándolo cuando Emilio, luego de haber cerrado cuidadosamente la puerta, me dijo, señalándomelo:
—Ahí sucedió la cosa.
Le miré sin comprenderle.
Me hizo sentar frente a él, en una silla que estaba al otro lado de su mesita de trabajo, se arrellanó en su sillón y empezó a temblar. Yo no sabía qué hacer.
Dos o tres veces intentó empezar a hablar y otras tantas tuvo que dejarlo. Estuve a punto de rogarle que dejase su confesión, pero la curiosidad pudo en mí más que la piedad, y es sabido que la curiosidad es una de las cosas que más hacen al hombre cruel. Se quedó un momento con la cabeza entre las manos y la vista baja; se sacudió luego como quien adopta una súbita resolución, me miró fijamente y con unos ojos que no le conocía antes, y empezó:
—Bueno; tú no vas a creerme ni palabra de lo que te voy a contar, pero eso no importa. Contándotelo me libertaré de un grave peso, y me basta. No recuerdo qué le contesté, y prosiguió:
—Hace cosa de año y medio, meses antes del misterio, caí enfermo de terror. La enfermedad no se me conocía en nada ni tenía manifestación externa alguna, pero me hacía sufrir horriblemente. Todo me infundía miedo, y parecía envolverme una atmósfera de espanto. Presentía peligros vagos. Sentía a todas horas la presencia invisible de la muerte, pero de la verdadera muerte, es decir, del anonadamiento.
Despierto, ansiaba porque llegase la hora de acostarme a dormir, y una vez en la cama me sobrecogía la congoja de que el sumo se adueñara de mí para siempre. Era una vida insoportable, terriblemente insoportable. Y no me sentía ni siquiera con resolución para suicidarme, lo cual pensaba yo entonces que sería un remedio. Llegué a temer por mi razón ...
—¿Y cómo no consultaste con un especialista? —le dije por decirle algo.
—Tenía miedo, como lo tenía de todo. Y este miedo fue creciendo de tal modo, que llegué a pasarme los días enteros en este cuarto y en este sillón mismo en que ahora estoy sentado, con la puerta cerrada, y volviendo a cada momento la vista atrás. Estaba seguro de que aquello no podía prolongarse y de que se acercaba la catástrofe o lo que fuese. Y en efecto llegó.
Aquí se detuvo un momento y pareció vacilar.
—No lo sorprenda el que vacile —prosiguió—porque lo que vas a oír no me lo he dicho todavía ni a mí mismo. El miedo era ya una cosa que me oprimía por todas partes, que me ponía un dogal al cuello y amenazaba hacerme estallar el corazón y la cabeza. Llegó un día, el siete de setiembre, en que me desperté en el paroxismo del terror; sentía acorchados cuerpo y espíritu. Me preparé a morir de miedo. Me encerré como todos los días aquí, me senté donde ahora estoy sentado, y empecé a invocar a la muerte. Y es natural, llegó —advirtiéndome la mirada, añadió tristemente:— Sí, ya sé lo que piensas, pero no me importa.
Y prosiguió:
—A la hora de estar aquí sentado, con la cabeza entre las manos y los ojos fijos en un punto vago más allá de la superficie de esta mesa, sentí que se abría la puerta y que entraba cautelosamente un hombre. No quise levantar la mirada. Oía los golpes del corazón y apenas podía respirar. El hombre se detuvo y se quedó ahí, detrás de esa silla que ocupas, de pie, y sin duda mirándome.
Cuando pasó un breve rato me decidí a levantar los ojos y mirarlo. Lo que entonces pasó por mí fue indecible; no hay para expresarlo palabra alguna en el lenguaje de los hombres que no se mueren sino una sola vez. El que estaba ahí, de pie, delante mío, era yo, yo mismo, por lo menos en imagen. Figúrate que, estando delante de un espejo, la imagen que de ti refleja en el cristal se desprende de éste, toma cuerpo y se te viene encima...
—Sí, una alucinación... —murmuré.
—De eso ya hablaremos —dijo y siguió—: Pero la imagen del espejo ocupa la postura que ocupas y sigue tus movimientos, mientras que aquel mi yo de fuera estaba de pie, y yo, el yo de dentro de mí, estaba sentado.
Por fin el otro se sentó también, se sentó donde tú estás sentado ahora, puso los codos sobre la mesa como tú los tienes, se cogió la cabeza, como tú la tienes, y se quedó mirándome como me estás ahora mirando.
Temblé sin poder remediarlo al oírle esto, y él, tristemente, me dijo:
—No, no tengas también tú miedo; soy pacífico.
Y siguió:
—Así estuvimos un momento, mirándonos a los ojos el otro y yo, es decir, así estuve un rato mirándome a los ojos. El terror se había transformado en otra cosa muy extraña y que no soy capaz de definirte; era el colmo de la desesperación resignada. Al poco rato sentí que el suelo se me iba de debajo de los pies, que el sillón se me desvanecía, que el aire iba enrareciéndose, las cosas todas que tenía a la vista, incluso mi otro yo, se iban esfumando, y al oír al otro murmurar muy bajito y con los labios cerrados: "Emilio, Emilio", sentí la muerte. Y me morí.
Yo no sabía qué hacer al oírle esto. Me dieron tentaciones de huir, pero la curiosidad venció en mí al miedo. Y él continuó:
—Cuando al poco rato volví en mí, es decir, cuando al poco rato volví al otro, o sea, resucité, me encontré sentado ahí, donde tú te encuentras ahora sentado y donde el otro se había sentado antes, de codos en la mesa y cabeza entre las palmas contemplándome a mí mismo, que estaba donde ahora estoy.
Mi conciencia, mi espíritu, habían pasado del uno al otro, del cuerpo primitivo a su exacta reproducción. Y me vi, o vi mi anterior cuerpo, lívido y rígido, es decir, muerto. Había asistido a mi propia muerte. Y se me había limpiado el alma de aquel extraño terror. Me encontraba triste, muy triste, abismáticamente triste, pero sereno y sin temor a nada. Comprendí que tenía que hacer algo; no podía quedar así y aquí el cadáver de mi pasado.
Con toda tranquilidad reflexioné lo que me convenía hacer. Me levanté de esa silla, y, tomándome el pulso, quiero decir, tomando el pulso al otro, me convencí de que ya no vivía.
Salí del cuarto dejándolo aquí encerrado, bajé a la huerta, y con un pretexto me puse a abrir una gran zanja. Ya sabes que siempre me ha gustado hacer ejercicio en la huerta. Despaché a los criados y esperé la noche. Y cuando la noche llegó cargué a mi cadáver a cuestas y lo enterré en la zanja. El pobre perro me miraba con ojos de terror, pero de terror humano; era, pues, su mirada una mirada humana. Le acaricié diciéndole: no comprendemos nada de lo que pasa, amigo, y en el fondo no es esto más misterioso que cualquier otra cosa...
—Me parece una reflexión demasiado filosófica para ser dirigida a un perro —le dije.
—¿Y por qué? —replicó—. ¿O es que crees que la filosofía humana es más profunda que la perruna?
—Lo que creo es que no lo entendería.
—Ni tú tampoco, y eso que no eres perro.
—Hombre, sí, yo lo entiendo.
—¡Claro, y me crees loco!...
Y como yo callara, añadió:
—Te agradezco ese silencio. Nada odio más que la hipocresía. Y en cuanto a eso de las alucinaciones, he de decirte que todo cuanto percibimos no es otra cosa, y que no son sino alucinaciones nuestras impresiones todas. La diferencia es de orden práctico. Si vas por un desierto consumiéndote de sed y de pronto oyes el murmurar del agua de una fuente y ves el agua, todo esto no pasa de alucinación. Pero si arrimas a ella tu boca y bebes y la sed se te apaga, llamas a esta alucinación una impresión verdadera, de realidad. Lo cual quiere decir que el valor de nuestras percepciones se estima por su efecto práctico. Y por su efecto práctico, efecto que has podido observar por ti mismo, es por lo que estimo lo que aquí me sucedió y acabo de contarte. Porque tú ves bien que yo, siendo el mismo, soy, sin embargo, otro.
—Esto es evidente...
—Desde entonces las cosas siguen siendo para mí las mismas, pero las veo con otro sentimiento. Es como si hubiese cambiado el tono, el timbre de todo. Vosotros creéis que soy yo el que he cambiado y a mí me parece que lo que ha cambiado es todo lo demás.
—Como caso de psicología... –murmuré.
—¿De psicología? ¡Y de metafísica experimental!
—¿Experimental? –exclamé.
—Ya lo creo. Pero aún falta algo. Ven conmigo.
Salimos de su cuarto y me llevó a un rincón de la huerta. Empecé a temblar como un azogado, y él, que me observó, dijo:
—¿Lo ves? ¿Lo ves? ¡También tú! ¡Ten valor, racionalista!
Me percaté entonces de que llevaba un azadón consigo. Empezó a cavar con él mientras yo seguía clavado al suelo por un extraño sentimiento, mezcla de terror y de curiosidad. Al cabo de un rato se descubrió la cabeza y parte de los hombros de un cadáver humano, hecho ya casi esqueleto. Me lo señaló con el dedo diciéndome:
—¡Mírame!
Yo no sabía qué hacer ni qué decir. Volvió a cubrir el hueco. Yo no me movía.
—Pero ¿qué te pasa, hombre? —dijo, sacudiéndome el brazo.
Creí despertar de una pesadilla. Lo miré con una mirada que debió de ser el colmo del espanto.
—Sí —me dijo—, ahora piensas en un crimen; es natural. ¿Pero has oído tú de alguien que haya desaparecido sin que se sepa su paradero? ¿Crees posible un crimen así sin que se descubra al cabo? ¿Me crees criminal?
—Yo no creo nada —le contesté.
—Ahora has dicho la verdad; tú no crees en nada y por no creer en nada no te puedes explicar cosa alguna, empezando por las más sencillas. Vosotros, los que os tenéis por cuerdos, no disponéis de más instrumentos que la lógica, y así vivís a oscuras...
—Bueno —le interrumpí—, y todo esto ¿qué significa?
—¡Ya salió aquello! Ya estás buscando la solución o la moraleja. ¡Pobres locos! Se os figura que el mundo es una charada o un jeroglífico cuya solución hay que hallar. No, hombre, no; esto no tiene solución alguna, esto no es ningún acertijo ni se trata aquí de simbolismo alguno. Esto sucedió tal cual te lo he contado, y, si no me lo quieres creer, allá tú.
Después de que Emilio me contó esto y hasta su muerte, volví a verle muy pocas veces, porque rehuía su presencia. Me daba miedo. Continuó con su carácter mudado, pero haciendo una vida regular y sin dar el menor motivo a que se le creyese loco.
Lo único que hacía era burlarse de la lógica y de la realidad. Se murió tranquilamente, de pulmonía, y con gran valor. Entre sus papeles dejó un relato circunstanciado de cuanto me había contado y un tratado sobre la alucinación. Para nosotros fue siempre un misterio la existencia de aquel cadáver en el rincón de la huerta, existencia que se pudo comprobar.
En el tratado a que hago referencia sostenía, según me dijeron, que a muchas, a muchísimas personas les ocurren durante la vida sucesos trascendentales, misteriosos, inexplicables, pero que no se atreven a revelar por miedo a que se les tenga por locos.
"La lógica —dice— es una institución social y la que se llama locura una cosa completamente privada. Si pudiéramos leer en las almas de los que nos rodean veríamos que vivimos envueltos en un mundo de misterios tenebrosos, pero palpables".

miércoles, 14 de julio de 2010

Viaje en el tiempo


El científico estaba muy concentrado en su habitación, hacía más de cuatro horas sin parar que estaba trabajando en su gran invento. Martillaba ajustaba y colocaba tuercas. Después de haber trabajado, por fin había terminado su gran invento una "maquina del tiempo" tenía una extraña forma algo circular con muchos colores dentro de ella.

El científico algo asustado de cómo podra funcionar toco el botón de encendido, la máquina se encendió y lo subsionó por completo, lo trasladó al pasado al año 1810. Vio dentro de la máquina a las mujeres con largos vestidos y peinetas en sus largos cabellos, y a los hombres con traje y un sombrero que les cubría toda la cabeza. Los ciudadanos de la época estaban bailando el minué, tomándose de la mano y dando giros, las mujeres con vestidos de colores.

El hombre observaba esta escena sin bajarse de la máquina, pero de pronto oprimió el botón verde, el invento respondió y lo trasladó a la época del hombre prehistorico observó cómo cazaban y le cantaban a la luna.

Los hombres vestían con grandes pieles y tenían un aspecto de suciedad y estaban algo ergidos se quedó contemplándolos por un rato, se le ocurrió oprimir el botón con una figura triangular de color amarilla y lo llevó cuando él estaba construyendo la máquina salió por un instante del invento, se vio a sí mismo y se asustó. Volvió a meterse en la máquina que estaba flotando en el aire como esperandolo, le pareció extraño, tocó el botón violeta y lo llevó a la época de los dinosaurios eran gigantes, se veían muy feroces tenían una larga cola y ojos rojos, de pronto, un dinosaurio se acercó a la máquina observándolo. El científico, desesperado por la situación, deseaba irse del lugar y en un instante el invento desapareció por completo y despertó, "el dinosaurio todavía estaba allí".
Autora: María Eugenia Köhler
Género: Ciencia Ficción

El nuevo integrante


Había una vez en la década del setenta Jessy, una cantante, que pertenecia a una banda de rock se encontraba en una ciudad donde la gente era muy respetuosa todos en ese barrio se conocían. Las mujeres se vestian con finos vestidos de colores y adornaban sus largos cabellos con hermosos moños.Los hombres super caballeros, respetuosos se vestian con trajes y sombreos.
Jessy y su banda fue convocada a una entrevista en vivo para un programa de television en Estados Unidos.
La banda se reúne para viajar en una semana. Viajarían en una casa rodante que pertenecía a la banda. Se podía viajar tranquilamente por que era muy cómoda, tenía un televisor, un baño y camas.
La noche anterior al viaje, Jessy, la cantante, estaba preparando lo último que le faltaba poner en su valija, de repente escuchó un ruido en la puerta.Muy asustada y temblorosa se acercó y muy sigilosamente miró por la ventana para ver qué había ocurrido. Observó que al lado de la puerta se encontraba una caja de cartón, desde la ventana no se podia observar qué contenía esa misteriosa caja.
Jessy no quería salir pero la curiosidad era más que el susto,salió de la casa abrió la caja y en ella encontró un perrito muy pequeño que estaba envuelto entre frazadas por qué hacía frio y estaba lloviendo.
A la joven le dio tanta pena que lo entró pero no podia conservarlo, ya que tenia que viajar a Estados Unidos para la entrevista que tenía la banda.
Al día siguiente, Jessy se reunió con su banda, como la casa rodante se les rompió viajaron en el avión.
La joven escondió al cachorro en su cartera por qué no quiso dejarlo.
El avión tuvo que parar por mal tiempo entonces se quedaron en un hotel, los integrantes de la banda no sabían nada que Jessy tenía escondido un perrito entonces se fueron a descansar. La joven alimentó y le dió agua al cachorro hambriento y se quedó dormida.
Al dia siguiente cuando despertaron encontraron todos los zapatos destruidos. Jessy le explicó lo que había ocurrido. Salí el baterista se molestó por lo que pasó en el hotel, la banda casi se separa pero Jessy afirmó que pagaría todos los daños del hotel y los zapatos rotos.
Pagaron los daños y viajaron. El tramo que les quedaba no se pronunció una sola palabra, para la entrevista faltaban dos dias entonces cuando llegaron dejaron sus pertenencias y decidieron ir a pescar.Estaban pescando cuando Salí, el baterista, se tropezó con una piedra y cayó directo al río al que estaban pescando, este no sabía nadar a sí que pedía con desesperación ayuda.
El perrito que no era tan pequeño de edad y sabia nadar, bajó por unas piedras
hasta el río, llegó hasta donde estaba el baterista, con la boca lo agarró de la campera roja que él tenía, lo llevo hasta la orilla sano y salvo.
Al cabo de un instante Jessy y los demás integrantes vieron al baterista acostado en el suelo mojado, corrieron hacia él lo levantaron y estaba bien, solo que le sangraba la nariz, lo auxiliaron y luego relato lo que había sucedido.
Fueron a la entrevista y allí contaron que el perrito le había salvado la vida al baterista de la banda, lo presentaron.
Como no le pusieron nombre, ahí mismo lo nombraron, lo llamaron Rocky y fue la mascota estrella de la banda de rock.
Autora: Bárbara María Köhler

lunes, 12 de julio de 2010

CONCURSO LITERARIO 2010


Podrán participar todos los alumnos del Instituto en sus distintos niveles y modalidades.

El concurso se divide en dos categorías: Cuento y Poesía.

CUENTO:

TEMA LIBRE

Presentar con seudónimo dos cuentos de tres carillas como máximo (Escritas a máquina en hoja oficio y a doble interlínea)

Adjuntar un sobre cerrado con seudónimo. Adentro incluir los datos personales (nombre, dirección, cuatrimestre, turno, D.N.I.)

POESÍA:

TEMA LIBRE

Presentar con seudónimo hasta tres poemas de no más de 30 versos

cada uno.

Adjuntar datos personales en sobre cerrado con seudónimo (igual

que para el concurso de cuento).

El jurado estará integrado por todos los profesores de Lengua y Literatura del Instituto.

La fecha límite para la entrega de trabajos es el 10 de Septiembre de 2010 a las 21 hs.

El jurado deberá expedir su veredicto antes del 22 de Octubre de 2010.

Los trabajos deberán ser entregados en Secretaría Docente.

- Los premios, en ambas categorías, serán los siguientes:

1º Premio: Beca completa para el año lectivo 2011.

2º Premio: Beca para el 1º Semestre 2011 o Media Beca para todo el Año 2011 según corresponda. [Plan Cuatrimestral o Anual].

CONCURSO FOTOGRÁFICO 2010


  • Podrán participar todos los alumnos de los distintos niveles y modalidades.

  • Podrán presentar hasta 3 fotografías en tamaño 20 x 25 y a color.

  • El tema del concurso será: “URQUIZA HOY”.

  • Deberá ser presentado en sobre cerrado con seudónimo y en otro sobre con su seudónimo colocarán sus datos personales, el curso, el Plan y el turno al que asisten.

  • La fecha límite para la entrega de trabajos es el 13 de Agosto de 2010.

  • Los trabajos deberán ser entregados en Secretaría Docente.

El jurado deberá expedir su veredicto antes del viernes 20 de Agosto de 2010.

El jurado estará integrado por los docentes de las áreas de Lengua y Literatura, Ciencias Sociales, Exactas y Naturales.

Los premios serán:

1º Premio: Beca Completa para un año de estudio según corresponda.

2º Premio: Media Beca para un año de estudio según corresponda.

Se Sortearán 3 libros entre todos los participantes.

miércoles, 7 de julio de 2010

El Gran Evento

Esta historia ocurre en España, en una ciudad grande, con paisajes sorprendentes
en el siglo XIX donde la gente era respetuosa. Se vestían los hombres con sombrero y un traje
y las mujeres con vestidos largos y un sombrero que les cubría la mitad de la cara, era un lugar
donde no existía la tecnología y donde los chicos pasaban horas leyendo libros, lo más común
era que las familias salieran todos juntos al teatro, circos o grandes festivales.
Los niños estaban felices de salir con sus padres, ahí estaba tomi un niño de tan sólo seis años de edad.En la cara tenía pecas, era pelirrojo, con la piel blanca y las mejillas coloradas.
Él era un niño muy bueno que adoraba el circo pero nunca había tenido la posibilidad de ir.
Soñaba con profundidad estar un día ahi viendo los maravillosos saltos y el león que tenía el animador.
Un día le dijo a su padre que quería que lo llevara al gran evento,su padre al estar tan cansado que le pidiera tanto ir le dijo que lo llevaría para su cumpleaños.A tomi se le formo una gran sonrisa en la cara no podía creer que por fin iba a estar allí,pasaron semanas y algunos días más. Ya faltaba un día para el gran espectáculo, el niño a la noche anterior estaba tan inpaciente que no pudo dormir.Su papá y su mamá lo prepararon con un traje un sombrero y un moño que le adornaba la mitad del cuello.
La función ya iba a comenzar y tomi ya estaba sentado en la butaca con emoción y un gran cosquilleo en el estómago.El lugar en donde se encontraba era amplio, en el escenario había un telón de color rojo y luces que alumbraban parte del escenario y el público. La función ya había comenzado, empezaron los payasos que tenían grandes narices rojas, la cara pintada y pelucas de todos colores luego aparecieron los domadores; había animales de verdad pensaba con disimulo al cabo de un rato iniciada la función le tocaba el turno a los acróbatas que iban a formar la gran pirámide, tomi tenía una gran sonrisa de oreja a oreja.
Sin embargo, cuando los acróbatas habían formado la gran pirámide, en un instante se cayeron todos.Al niño se le borró la sonrisa de la cara, fue tan notable la disilusión en su cara que los acróbatas decidieron arreglarlo todo y ocurrió algo sorprendente: invitaron a tomi al gran escenario. El niño con algo de dureza en su cuerpo se cuestionaba con una gran intriga -¿Qué ocurrirá?¿Por qué lo habían llamado a él? al llegar al lado de los acróbatas le empezaron a cantar el feliz cumpleaños y le tiraron papeles de brillantes colores, tomi se olvidó de lo que había ocurrido y lo paso muy feliz.

viernes, 2 de julio de 2010

"El dinosuario" de Augusto Monterroso



Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

"El hombre invisible" de Gabriel Jiménez Emán



Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

"Cada cosa en su lugar" de Luisa Valenzuela

Hay dramas más aterradores que otros. El de Juan, por ejemplo, que por culpa de su pésima memoria cada tanto optaba por guardar silencio y después se veía en la obligación de hablar y hablar y hablar hasta agotarse porque el silencio no podía recordar dónde lo había metido.

"El pozo" de Luis Mateo Díez

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.

Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa.

Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.

En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.

"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.

"El drama del desencantado" de Gabriel García Márquez


...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.


lunes, 28 de junio de 2010

"Casa tomada" de Julio Cortázar

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la mas ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y como nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejo casarnos. Irene rechazo dos pretendientes sin mayor motivo, a mi se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No se porque tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mi, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mi se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte mas retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte mas retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo mas estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble como se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venia impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tire contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mi me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa mas de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerza, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba mas tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papa, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en vos mas alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamo la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían mas fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.


en Bestiario de Julio Cortázar

"El gato" de Héctor Murena

Cuánto tiempo lleva encerrado?

La mañana de mayo velada por la neblina en que había ocurrido aquello le resultaba tan irreal como el día de su nacimiento, ese echo acaso más cierto que ninguno, pero que sólo atinamos a recordar como una increíble idea. Cuando descubrió, de improviso, el dominio secreto e impresionante que el otro ejercía sobre ella, se decidió a hacerlo. Se dije que quizá iba obrar en nombre de ella, para librarla de una seducción inútil y envilecedora. Sin embargo, pensaba en sí mismo, seguía un camino iniciado mucho antes. Y aquella mañana, al salir de esa casa, después que todo hubo ocurrido, vio que el viento había expulsado la neblina, y, al levantar la vista ante la claridad enceguecedora, observó en. el cielo una nube negra que parecía una enorme araña huyendo por un campo de nieve. Pero lo que nunca olvidaría era que a partir de ese momento el gato del otro, ese gato del que su dueño se había jactado de que jamás lo abandonaría, empezó a seguirlo, con cierta indiferencia, con paciencia casi ante sus intentos iniciales por ahuyentarlo, hasta que se convirtió en su sombra.

Encontró es pensionsucha, no demasiado sucia ni incómoda, pues se preocupaba por ello. El gato era grande y musculoso, de pelaje gris, en partes de un blanco sucio. Causaba la sensación de un dios viejo y degradado, pero que no ha perdido toda la fuerza para hacer daño a los hombres; no les gustó, lo miraron con repugnancia y temor, y, con la autorización de su accidental amo, lo echaron. Al día siguiente, cuando regresó a su habitación, encontró al gato instalado allí; sentado en el sillón, levantó apenas la cabeza, lo miró y siguió dormitando. Lo echaron por segunda vez, y volvió a meterse en la casa, en la pieza, sin que nadie supiera cómo. Así ganó la partida, porque desde entonces la dueña de la pensión y sus acólitos renunciaron a la lucha.

¿Se concibe que un gato influya sobre la vida de un hombre, que consiga modificarla?

Al principio él salía mucho; los largos hábitos de una vida regalada hacían que aquella habitación, con su lamparita de luz amarillenta y débil, que dejaba en la sombra muchos rincones, con sus muebles sorprendentemente feos y desvencijados si se los miraba bien, con las paredes cubiertas por un papel listeado de colores billones, le resultaba poco tolerable. Salía y volvía más inquieto; andaba por las calles, andaba, esperando que el mundo le devolviera una paz ya prohibida. El gato no salía nunca. Una tarde que él estaba apurado por cambiarse y presenció desde la puerta cómo limpiaba la habitación la sirvienta, comprobó que ni siquiera en ese momento dejaba la pieza a medida que la mujer avanzaba con su trapo y su plumero, se iba desplazando hasta que se instalaba en un lugar definitivamente limpio; raras veces había descuidos, y entonces la sirvienta soltaba un chistido suave, de advertencia, no de amenaza, y el animal se movía. ¿Se resistía a salir por miedo de que aprovecharan la ocasión para echarlo de nuevo o era un simple reflejo de su instinto de comodidad? Fuera lo que fuese, él decidió imitarlo, aunque para forjarse una especie de sabiduría con lo que en el animal era miedo o molicie.

En su plan figuraba privarse primero de las salidas matutinas y luego también de las de la tarde; y, pese a que al principio le costó ciertos accesos de sorda nerviosidad habituarse a los encierros, logró cumplirlo. Leía un librito de tapas negras que había llevado en el bolsillo; pero también se paseaba durante horas por la pieza, esperando la noche, la salida. El gato apenas si lo miraba; al parecer tenía suficiente con dormir, comer y lamerse con su rápida lengua. Una noche muy fría, sin embargo, le dio pereza vestirse y no salió; se durmió en seguida. Y a partir de ese momento todo le resultó sumamente fácil, como si hubiese llegado a una cumbre desde la que no tenía más que descender. Las persianas de su cuarto sólo se abrieron para recibir la comida; su boca, casi únicamente para comer. La barba le creció, y al cabo puso también fin a las caminatas por la habitación.

Tirado por lo común en la cama, mucho más gordo, entró en un período de singular beatitud. Tenía la vista casi siempre fija en las polvorientas rosetas de yeso que ornaban el cielo raso, pero no las distinguía, porque su necesidad de ver quedaba satisfecha con los cotidianos diez minutos de observación de las tapas del libro. Como si se hubieran despertado en él nuevas facultades, los reflejos de la luz amarillenta de la bombita sobre esas tapas negras le hacían sombras tan complejas, matices tan sutiles que ese solo objeto real bastaba para saturarlo, para sumirlo en una especie de hipnotismo. También su olfato debía hacer crecidos, pues los más leves olores se levantaban como grandes fantasmas y lo envolvían, lo hacían imaginar vastos bosques violáceos, el sonido de las olas contra las rocas. Sin saber por qué comenzó a poder contemplar agradables imágenes: la luz de la lamparita -eternamente encendida- menguaba hasta desvanecerse, y, flotando en los aires, aparecían mujeres cubiertas por largas vestimentas, de rostro color sangre o verde pálido, caballos de piel intensamente celeste...

El gato, entretanto, seguía tranquilo en su sillón.

Un día oyó frente a su puerta voces de mujeres. Aunque se esforzó, no pudo entender qué decían, pero los tonos le bastaron. Fue como si tuviera una enorme barriga fofa y le clavaran en ella un palo, y sintiera el estímulo, pero tan remoto, pese a ser sumamente intenso, que comprendiese que iba a tardar muchas horas antes de poder reaccionar. Porque una de las voces correspondía a la dueña de la pensión, pero la otra era la de ella, que finalmente debía haberlo descubierto.

Se sentó en la cama. Deseaba hacer algo, y no podía.

Observó al gato: también él se había incorporado y miraba hacia la persiana, pero estaba muy sereno. Eso aumentó su sensación de impotencia.

Le latía el cuerpo entero, y las voces no paraban. Quería hacer algo. De pronto sintió en la cabeza una tensión tal que parecía que cuando cesara él iba a deshacerse, a disolverse.

Entonces abrió la boca, permaneció un instante sin saber qué buscaba con ese movimiento, y al fin maulló, agudamente, con infinita desesperación, maulló.


en la Antología de la literatura fantástica, compilada por Jorge Luis Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, Editorial Sudamericana

El género realista y fantástico

Género realista:
Pertenecen a este género cuentos y novelas que pretenden representar el mundo desde la experiencia cotidiana y el sentido común. Surge a partir del siglo 19, momento en el cual se consideraba que la razón puede explicar la vida del hombre en sociedad y su interacción con la naturaleza.
Ejemplos:
  • "La fiesta ajena" de Liliana Heker.
  • "Felicidad clandestina" de Clarice Lispector
  • "El cuentista" de Saki.

Género fantástico:
Surge al mismo tiempo que el género realista. Se relata un ambiente del tipo realista en el que irrumpen elementos o sucesos extraños frente a los que el lector no logra decidirse por una explicación racional o la ausencia de explicación, entonces así, se establece una discusión frente a la teoría de que todo se explica mediante la razón.
Elementos fantásticos:
  • Metamorfosis
  • Sombras
  • Neblinas
  • Espejos
  • Puentes